Esta semana, además de intensa como casi todas últimamente, ha tenido algún momento de reflexión que brevemente me gustaría compartir con todas/os vosotras/os.

Dentro del trabajo intermitente que supone recolocar papeles, me encontré con las notas de la comunicación de Llorenç Andreu sobre Dislexia y TEL  / TDL en el II Encuentro de Expertos en TEL que tuvimos en Oviedo a finales de 2019. Y, como las cosas no vienen solas, el mismo día una familia de una niña con TEL me pedía opinión sobre si iniciar o no una terapia visual para tratar de abordar las dificultades de su hija con la lectura.

Como nos decía Llorenç estos dos trastornos presentan un alto grado de comorbilidad (que pueden darse juntos en la misma persona) y a la hora de abordar la intervención en ambos debemos de tener en cuenta las evidencias al respecto y no agarrar cualquier clavo ardiendo que lo único que logrará será que nos arrepintamos de haberle echado mano sin pensarlo antes un poco. Como todas las ciencias de la salud, mi querida Logopedia no escapa a la necesidad de tener en cuenta la Práctica Basada en la Evidencia (PBE) en el momento de tomar decisiones clínicas.

Llegados a este punto, lo primero que yo busqué esta semana fue una definición sencilla de esta PBE, que no es sino el:

“uso consciente, explícito y juicioso de la mejor evidencia disponible en la toma de decisiones sobre el cuidado de los pacientes individuales”, según Sackett, Straus, Richardson, Rosenberg, y Haynes (2000).

Evidence-Based Medicine: How to Practice and Teach EBM (Book with CD-ROM): Amazon.co.uk: Sackett, David L., Straus MD Dr., Sharon E., Richardson MD Dr., W. Scott, Rosenberg, William, Haynes MD Dr., R. Brian:

En el caso que os comentaba de esta semana y, no nos engañemos, casi siempre, lo que primero suelen hacer las familias (y muchas veces los profesionales) a la hora de ver si siguen o no un determinado tratamiento, es preguntar buscando alguna recomendación u opinión, ya sean de usuarios de esas terapias o de las distintas informaciones disponibles de aquellos centros que las proporcionan habitualmente.

Los comités de expertos o la literatura científica al respecto no suelen ser, a día de hoy, la opción principal a la hora de la toma de decisiones previa al inicio de un tratamiento. Dado que lo mejor son las revisiones de la investigación que respalda las distintas intervenciones, repasé una en español que hicieron en 2016 Gerardo Aguado y Juan Cruz Ripoll (dos “pata negra” del tema en nuestro país), en la revista de la Asociación de Logopedia, Foniatría y Audiología, titulada:

Eficacia de las intervenciones para el tratamiento de la dislexia: una revisión.

En ese documento, a la hora de hablar de los métodos más ampliamente respaldados por la investigación a la hora de abordar la dislexia, cita a los métodos fonológicos, es decir “aquellos en los que se combina el entrenamiento en habilidades fonológicas con el conocimiento de las letras y la práctica de la lectura”.

Y, respecto a la terapia visual, nos dicen que “no se encontraron revisiones sistemáticas que la respalden”, no encontrando evidencias de que dicha terapia “produzca mejoras en los niños con dislexia o dificultades de aprendizaje”. Está claro que los problemas visuales pueden, en mayor o menor medida, interferir en la lectura, pero eso no implica que los niños y niñas con dislexia tengan una salud y funcionalidad de sus ojos diferente al resto. Es por eso que, los ejercicios musculares oculares, la terapia visual conductual, el entrenamiento visual o las lentes de colores no han demostrado ser eficaces.

A la vista de lo anterior, las familias deben tener, en lo posible, la mayor y mejor cantidad de información que seamos capaces de aportar para que puedan tomar las decisiones partiendo de la evidencia existente sobre lo que de verdad funciona a día de hoy. No nos excluyamos las/os profesionales de esa necesidad de manejar la evidencia en lo que hacemos en nuestro día a día para poder prestar un mejor servicio a la población que atendemos y que son las destinatarias y destinatarios de nuestra vocación.

Juan Angel

Fernández Freijoo

Logopeda

Logopedía CEO